miércoles, 14 de enero de 2009

SOY EL GUAPO DE LA NOCHE PORQUE TRABAJO EN EL ESCAPÀRATE DEL PROSTIBULO INTERNACIONAL PARA SEÑORAS

Soy el guapo de la noche porque trabajo en el escaparate del prostíbulo internacional para señoras. Y no me pregunte cual es mi trabajo porque no tengo mucho que contarles: Me paseo con atuendos lujuriosos y a veces en pelotas, de un lado para otro, dentro del escaparate.
Trabajo de las 12 de la noche a las 6 de la mañana. Llego a mi casa a las 7 de la mañana, me preparo un café con leche y me pongo a escribir. Luego duermo hasta las 15 hs; como como una bestia y duermo una siesta prolongada, casi siempre acompañado, hasta las 18,30 h.
Hago ejercicios respiratorios durante ½ hora y después de bañarme y vestirme con la ropa de ir a trabajar, a las 19,30 h ya estoy sentado, escribiendo. También leo mucho, me gusta leer novelas. Leyendo me siento acompañado, en cambio, escribiendo me siento más solo que la una.
Ayer a la noche, dos clientas del prostíbulo, la señora de Follalindo y la señora de Culohondo, me hicieron pasar una noche del demonio. Se asomaron por la puerta de atrás del escaparate junto con la madame del prostíbulo y la madame señalando a las dos mujeres me dijo: “Las señoras quieren pasar un rato contigo”. “Pero ¿por qué conmigo habiendo tantos trabajadores?”
Follalindo: “Porque tú eres el más delicado y el más respetuoso de los trabajadores de esta casa”.
Yo, pensando en voz baja “¿qué perversidad me querrán hacer estas dos viejas?”, me bajé del escaparate y me dirigí a la habitación principal del prostíbulo.
Las señoras comenzaron a desnudarse y cuando estaban en paños menores, yo intenté imitarlas quitándome la chaqueta. Una de ellas me dijo: “No, tú no, tú te quedas vestido y paseas por la habitación”. Y se terminaron de desnudar.
Los cuerpos desnudos sobre la cama de las dos mujeres, que entre las dos sumaban 120 años, se mostraban bellos y esbeltos, “cuerpos bien cuidados”, me dije, “debe ser gente de dinero”. Y como me había detenido para mirarlas, una de ellas me dijo: “puede mirarnos, pero no deje de caminar, queremos que camine como cuando está en el escaparate”.
Comenzaron a acariciarse, cada una su propio cuerpo, con lujuria, sí, pero con una delicadeza tal que me ponían cachondo. Comenzaron a suspirar y entre los suspiros una dijo: “Bueno, bájese los pantalones”.
“Y ahora ¿qué me van a hacer? Pregunté yo con cierta ansiedad.
“Siga caminando, no le vamos a hacer nada, joven, siga caminando.”.
Yo ya estaba empalmado y pregunté: “¿no me la van a chupar?”
“Que no joven, dese la vuelta que vamos a corrernos mirándole el culo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario