viernes, 1 de mayo de 2009

Relato diecinueve. Cuando se fue Evaristo, Joserina sintió que se había acabado la noche, la fiesta, la vida.

Cuando se fue Evaristo, Josefina sintió que se había acabado la noche, la fiesta, la vida. Y aunque él le había invitado a su casa mañana, hoy todo había perdido su sentido. Les dijo a los pocos invitados que todavía quedaban en su casa que se podrían ir cuando quisieran, que ella se iría a descansar a su dormitorio.
Mientras se desnudaba, para meterse en la cama, llegó a pensar:
A lo mejor Evaristo volvería como ella había vuelto aquella noche en su casa.
Descartó en seguida la idea, pensando que sería difícil que, en la calle, lo asustaran walkirias asesinas para que él volviera corriendo a sus brazos.
Así que dejaré por ahora el asunto, se dijo. Sin embargo, pienso que me resulta muy difícil sostener el deseo por un hombre sin hacer el amor con él.
Yo, en la carta, le dije que era la primera vez que lo hacía así de esta manera. Él debe haber supuesto que esa manera sin uso anterior en una mujer de más de cuarenta años no podía tratarse de mi cuerpo, de mi sexo.

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