viernes, 15 de mayo de 2009

Relato veinticuatro. El Master cerró la carta y se quedó un tiempo sin hacer nada.

El Master
El Master cerró la carta y se quedó un tiempo sin hacer nada; después, con parsimonia, lió un porro al estilo de Evaristo, que se podía suponer por las edades que tenían cada uno que Evaristo aprendió a liar del Master. Cuando terminó de liar fumó, sin pensar en nada, calada tras calada, hasta terminar el porro, apagó la colilla y se dijo en voz alta, como cuando daba sus conferencias para más de 100 personas.
Crecer es inaudito, y comenzó a reír de tal manera que si en ese momento lo hubiera visto alguno de sus pacientes hubiera pensado que él también estaba un poco loco.
Como un niño, decía sin parar de reír, que parecía que lo estaban matando.
Un niño, un niño, ¿qué es lo que puede tener un niño? Bueno, un niño puede tener un poco de caca, un poco de moco, un poco de leche, algunos caramelos y muy poco dinero, y esto lo hacía reír aún más fuerte.
Sin dejar de reír se sacó los pantalones aprovechando que estaba solo en casa, y que él otras veces lo había dicho, se escribe con mayor libertad en calzoncillos, después desabrochó los botones de su camisa, partiendo desde arriba, desde el botón del cuello, hasta el cuarto botón, y así, disfrazado de joven descamisado en calzoncillos, fue hasta el baño para mirarse en el espejo, y se vio tan joven que prácticamente exclamó:
-¡Y quién va a creer que yo tengo 65 años!
¡Con esta piel! Y pasó su mano por el centro de su pecho y, claro, sintió, que su piel era suave y sin arrugas.
Sólo su barba entrecana era su edad, el resto no se sabía nunca a quién correspondía, él lo sabía, y eso había sido casi su perdición. Estaba cansado ahora de tanta belleza, tanta alegría producida a su alrededor a causa de la característica de su piel, cansado de tanta creación y tan poco dinero.
Todo a su lado rejuvenecía y, claro, a la gente le terminaba gustando más rejuvenecer que trabajar para ganar algún dinero o llevar adelante alguna relación social que, al fin y al cabo, todas ellas traen preocupaciones y el consiguiente envejecimiento.
El ya estaba harto de esta situación, y para demostrarlo se agarró los huevos, mejor dicho, todo el paquete genital, y le hizo hasta seis señas al espacio.
Su vida hasta aquí había sido sus versos, era capaz de cualquier humillación con tal que le dejaran escribir sus versos, pero también estaba cansado de eso.

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